• 18 de septiembre de 2024

EL MAR MUERT0 NATALINO

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Por : Observador

En uno de los tantos festivales con motivo de mayo, mes cumple aniversarios de Puerto Natales, escuché con atención la letra de una canción de nuestro compositor, “Chilote Rivera”, con referencia festivas a los pescadores natalinos. La letra va encaminada a recordar las andanzas de la gente de mar de aquellos años, de abundancia en los muelles natalinos. La existencia de harta plata los hacía ser bienvenidos en bares, cantinas y prostíbulos.

Luego de muchos días navegando, sin posibilidades de aseo personal, cansados pero felices por la plata a recibir, se dejaban abrazar y conquistar por damiselas encantadoras; los mejores tragos, cazuelas y mucho amor. Desayunos reponedores al lecho pecador. Los que consideraban parte del rito de la pesca navegar por lugares pecaminosos, al llegar a puerto, eran tantos como aquellos que eran esperados por sus familias y por la “tesorera” de la empresa familiar. Fueron quienes lograron satisfacer de la mejor forma sus expectativas familiares, construir excelentes viviendas, educar a los hijos y mantener buenas embarcaciones y aparejos de pesca.

Hoy, la realidad de este sector es cruel, como dice la canción “todo se terminó”; todos los recursos fueron sobre explotados y los canales, golfos y bahías están sangrando por las heridas dejadas por la ambición humana. Hay recursos como el loco, ostiones, erizos y centollas que esperan la decisión gubernamental, para recibir urgente una veda absoluta y por muchos años. Los pescadores de hoy saben que es la única salida a la tragedia del mar natalino y tal vez de la región de Magallanes. Saben, además, que por la edad, ellos no vivirán los futuros momentos regenerativos. Una lástima, pero la naturaleza, no da segundas oportunidades.

Hace poco, encontré una crónica de octubre del 2002, donde el entrevistado era un conocido dirigente de los pescadores natalinos, lamentablemente ya fallecido, cuyas palabras avistando lo que sucede hoy con la actividad pesquera artesanal, nadie escuchó. Estoy recordando a Edgardo Garrido Pomareda, quien declaraba en el periódico “ Patagonia Mía” (2002) a una pregunta del periodista por los constantes decomisos de productos del mar, de aquellos años: “La culpa no está en el chancho, sino está en el que le da el afrecho, aquí si que critico a la industria, afortunadamente no toda la industria. Si hay gente que te está comprando las patas de centolla, el erizo, los locos, los ostiones chicos y fuera de época, los pescadores lo van a traer, es así de sencillo; mientras exista este tipo de gente, los pescadores siempre van a caer en ese error”.

Luego proseguía en la dureza de sus argumentos, viendo como sus colegas, preferían las ventas ilegales, “La forma de poder corregir esta cuestión es cuando los sorprendan castíguenlos, pero como corresponde. A ese viejo que le quitaron las bolsas del decomiso que hubo hoy día, mañana está navegando otra vez, y estamos hablando de recursos caros, no estamos hablando de 4 o 5 kilos de pescado. Estamos hablando de un cargamento de 7 y 8 millones de pesos, es igual que la droga”.

Nadie escuchó a Edgardo Garrido. Las autoridades miraron al horizonte infinito de los fiordos natalinos: las empresas que se enriquecieron con recursos ilegales, cuantas veces financiaron tomas de caminos, con barricadas y quemas de neumáticos. Los resultados recaen en las nuevas generaciones de natalinos que jamás podrán conocer una centolla, un erizo, un ostión en la mesa de su hogar.

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