• 28 de marzo de 2024

Entre la convicción y la conveniencia: ¡Yo Apruebo!.. para que todo siga igual

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Por Aldo Maldonado Huaiquivil, profesor de Historia, Geografía y Formación Ciudadana

A dos meses de celebrarse uno de los hitos más importantes del Constitucionalismo chileno, donde por primera vez en más de doscientos años de historia republicana el legítimo Poder Constituyente se manifestará, la llamada “clase política” a lo largo del país da braceos, que más parecen aletazos desesperados, en el mar de incertidumbre e inseguridad al statu quo pos 18-O, tratando de definir y justificar posturas, con un nivel de desaprobación ciudadana escandaloso para cualquier república que se denomine democrática. Mientras tanto, en el silente Natales, con autoridades locales en absoluta disociación de la realidad nacional, que ni siquiera opinan significativamente sobre el impacto, a mediano y largo plazo, del Proceso Constituyente para la comuna, la provincia y la región, considerando las necesidades específicas de estos territorios y nuestras comunidades, aparece hace unos días una invitación a “conversar” sobre la Constitución vía streaming, de parte de la otrora representante provincial del Presidente Piñera y militante del partido que fundó el principal ideólogo de nuestra actual Carta Fundamental, Ana Mayorga, en medio de su campaña por la alcaldía (que ella define como “acompañamiento en pandemia”) y que parece por fin abrir el necesario debate e intercambio de ideas al respecto. Su discurso, fuera de varios errores históricos y conceptuales que se entienden porque somos una sociedad ignorante de estos temas, iba muy bien desarrollado, con argumentos muy predecibles sobre los valores que defiende y en plena armonía con los de su partido, pero que de un momento a otro comenzaron a azotarse en contradicción a ciertas afirmaciones, muy políticamente correctas, pero absolutamente incongruentes entre sí. Todos aspiramos a que una nueva “Constitución sirva para unir” y concordamos en que “debemos construir[la] entre todos”, pero ¿puede representarnos a todos y todas quienes habitamos los territorios que conforman Chile, si parte una Constitución poniendo a Dios por sobre todas las cosas, continuando el, por ejemplo, etnocidio de los Pueblos Originarios al menospreciar sus creencias y tradiciones ancestrales? Tal como llevamos haciendo por más de quinientos años y desde 1980 ha reafirmado la Carta Magna de la Dictadura cívico-militar, pasando a llevar incluso acuerdos internacionales, como el 169 de la OIT. Poner a Dios en la Constitución significaría un retroceso enorme y un atentado a la dizque Libertad de culto que declaramos actualmente poseer y volver a legislaciones moralistas, como a inicios del siglo XIX.

No conforme a lo anterior, y en su defensa de valores, afirmó defender el principio de subsidiariedad estatal, y un modelo económico social, que nos recordó los eufemismos tan insensatos de la Dictadura y los gobiernos de la Concertación que mientras entregaron nuestros recursos naturales al mismo grupúsculo de familias dueñas del patrimonio económico nacional bajo el slogan de “Economía social de mercado” para “vencer el sub-desarrollo” nos trajeron hasta aquí… y acá estamos después de octubre. Es imperativo revisar y analizar tal principio de subsidiariedad y sentar las bases de modelos autosustentables y revitalización de comunidades, si de verdad pretendemos proyectarnos a futuro, y no solo a los próximos cuatro años. Continuando con su discurso, reafirmó en más de una oportunidad, defender el derecho a la Propiedad privada (que la actual Carta defiende a ultranza), pilar fundamental del Liberalismo político y económico. Para muchos ya está inscrito en el adn defender este derecho, incluso antes que otros, pero qué sucede con las comunidades que resisten y buscan salidas colectivas a sus condenas históricas de abuso y pobreza. Los pueblos Mapuche, Aymara, Rapa Nui, Kawésqar, por nombrar algunos, jamás concibieron propiedad individual sobre sus territorios ancestrales. Es una verdad histórica que la imposición de principios económicos privados los condujeron a regímenes de pobreza, con enormes problemas sociales, políticos y culturales hasta hoy, pero aun cuando sea parte de nuestro adn liberal defender la propiedad privada, no vamos a dejar nuevamente de lado las deudas históricas con los diversos Pueblos que han habitado estos territorios. El Apruebo surgió en las calles, como bien afirmó la candidata Mayorga y ningún partido o sector puede venir a apropiarse de un movimiento social ciudadano. Son muchísimas banderas representándonos a todos, quienes hemos sobrado en el país que una pequeña oligarquía ha saqueado por mucho tiempo, siendo una de las más levantadas la Wenufoye (bandera Mapuche): los cambios serán con todos los pueblos que habitan Chile, si no pa’ qué; el debate sobre las propiedades privada y colectiva tiene que darse, les guste a algunos o no, y su definición debe representarnos a todas y todos.

Otra de sus defensas fue al Presidencialismo, nuestro actual régimen de gobierno, que entre otras cosas, otorga facultades legislativas al Ejecutivo, algunas de exclusiva atribución y que concentra el Poder en La Moneda, siendo históricamente perjudicial para las regiones. Si bien actualmente está en proceso un cambio democratizando las Intendencias, se “crea” la figura de Delegado Presidencial, que continuará siendo trofeo de cuoteo político como hasta ahora sucede en las Gobernaciones, ilusos no somos. Nuestra geografía y habitantes demandan con urgencia desconcentración del Poder; basta de decisiones autoritarias desde Santiago para todo Chile. Qué mejor sería que desde provincias como Última Esperanza surgieran ideas nuevas y democratizadoras efectivas sobre las imperiosa revitalización de las regiones y reconocimiento de los territorios. El Presidencialismo en Chile y América Latina se ha convertido en un ejemplo anecdótico de análisis en la politología occidental, heredado de caudillismos y las eternas e ilegítimas injerencias militares en los gobiernos americanos con desastrosas consecuencias, como bien sabemos; es hora de cambios balanceando en los Poderes de Estado, punto clave del republicanismo.

Las ideas expuestas por la candidata Mayorga, si bien representan al espectro político siempre reaccionario a los cambios del cual muchísimos somos oposición, son absolutamente legítimas y deben ser partícipes del Proceso Constituyente. Lo que no podemos permitir, es que en un discurso armado de palabras de buena crianza, defendiendo los principios de la Constitución vigente, saque a relucir la bandera (mascarilla, en este caso) del Apruebo en un claro aprovechamiento político y menospreciando la calidad analítica de quienes votamos en Natales. De los dobles discursos nos aburrimos, por eso despertamos. El gobierno del que ella fue parte basureó y criminalizó a los ciudadanos que legítimamente salimos a las calles desde octubre exigiendo cambios reales. La alcaldía de Natales requiere un o una líder con ideas claras y congruencia entre lo que se predica y lo que se practica.

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