Columna de Rafael Gumucio: Explicación de un fracaso
¿Cómo alguien que dice todo lo contrario de lo que se supone los chilenos queremos oír, llega tan lejos? La explicación más evidente es que el país de octubre ha muerto, que la celebración de la violencia, el ansia refundacional, la incapacidad de mirar la vida material de los chilenos, nos llevó a este caos. Pero creo que es necesario ir poco más al fondo.
Hace una semana más o menos en estas mismas páginas llamé a votar por Yasna Provoste. Lo hice para evitarnos el dilema que de manera trágica nos aguarda ahora. Gabriel Boric, por el que votaré sin la sombra de una duda, se enfrentará con el candidato que defiende todo lo indefendible. El hombre que representa todo lo que chilenos se supone ya no queríamos y ya no creíamos, desde la negación del cambio climático hasta la defensa de la dictadura de Pinochet y las AFP, y bajar los impuestos a los ricos y subírselo a los pobres.
¿Cómo alguien que dice todo lo contrario de lo que se supone los chilenos queremos oír, llega tan lejos? La explicación más evidente es que el país de octubre ha muerto, que la celebración de la violencia, el ansia refundacional, la incapacidad de mirar la vida material de los chilenos, nos llevó a este caos. Pero creo que es necesario ir poco más al fondo. Hace más o menos un mes, los candidatos fueron invitados al debate organizado por la Universidad de Chile. Ahí se habló de cultura, de ciencia, del papel de la mujer y las minorías sexuales. De adrede se pasó por alto la economía, la seguridad, la inmigración o las relaciones exteriores. A ese debate, desarrollado en la solemne Casa Central de la universidad, fueron todos los candidatos menos Parisi y Kast. La verdad es que nadie los echó de menos. Los candidatos presentes en este debate hablaban el mismo idioma, desde el cambio climático hasta los problemas de género, su visión del mundo era semejante como también el nivel de sus vocabularios, aunque sus programas planteaban distintas soluciones a los mismos problemas.
Claramente Kast y Parisi no hablan ese idioma y es quizás la clave de su éxito. La elite culta del país vive convencida que Chile entero habita en una especie de Ñuñoa mental, cuando ni siquiera la verdadera Ñuñoa es tan buena onda y posmoderna como quieren creerlo ellos. Los consensos culturales que parecen evidente en la elite no se han instalado nunca profundamente en el pueblo, que puede jugar a ser tolerante y multicultural sólo hasta que toquen sus bolsillos. O peor aún, cuando dejan de reconocer el país en que viven. Y claro, el pueblo vota por Fabiola Campillai porque representa el pueblo mismo humillado y golpeado; y vota al mismo tiempo por Kast para que reprima con más fuerza a las futuras Fabiolas.
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