• 11 de febrero de 2025

Cómo conocí al Teniente que colocó la bomba en la Parroquia de Fátima

 Cómo conocí al Teniente que colocó la bomba en la Parroquia de Fátima
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A principios de los 80, yo era como muchos jóvenes recién salido de la enseñanza media y con pocas posibilidades de ir a la universidad, debido a los inicios de la mercantilización de la educación y a la recesión económica que se instalaba en nuestro país, me incorporaba a la fuerza laboral junto a miles de jóvenes como yo, venidos de la clase obrera y las capas medias. Mi currículo no era mejor que muchos de esos jóvenes, pero mi afán de manejar vehículos me permitió tener mi licencia de conducir inmediatamente cumplido los 18 años, así accedí a la posibilidad de ser chofer y repartidor de pan, mi tarea comenzaba a las 04:00, colocar el pan en bolsas de 20 kilos, cargar una fiel Kombi Volkswagen y repartir pan en distintos negocios de los barrios de Punta Arenas, lo atractivo de ese trabajo no era precisamente el sueldo que en esa época era el mínimo, sino que a las 09:00 de la mañana estaba desocupado.

Cuando llevaba aproximadamente seis meses trabajando mi jefe, que había sido marino me dice: muñeco (jerga muy marinera), me adjudiqué la concesión del casino de soldados del regimiento de Ojo Bueno y la Casa del Soldado. Hay que decir que en esos años y debido al conflicto del año 78 con Argentina, había una gran cantidad de militares de planta y miles de conscriptos que venían del norte del país.

Debido a eso, se habilitó la Casa del Soldado en calle Quillota, ya que había mucha preocupación sobre el deambular por las calles y plazas de nuestra ciudad de conscriptos, sobre todo los fines de semana sin tener un lugar donde pasar un momento de confort y entretención y, porque no decirlo, donde guarecerse del frio de nuestro territorio, tan distinto de sus lugares de origen.

De acuerdo a la situación descrita anteriormente mi horario tan benévolo cambio en forma drástica, ya que al margen de repartir pan en las mañanas, mi tarea se extendía a llevar mercaderías al casino de soldados de Ojo Bueno y a la Casa del Soldado.

Aquí comienzan variadas situaciones casi increíbles, la primera es que mi jefe me dice que debo entregar mis antecedentes al Servicio de Inteligencia para que me den una credencial que me permita ingresar al regimiento, sin embargo, no se porque nunca los entregué, creo que nunca me los pidieron ya que al verme llegar con mercaderías y alimentos para la nueva concesión del Casino de Soldados, la guardia solo me solicitó mi cédula de identidad y, muy amablemente, me abrieron para ingresar al regimiento, siempre supe lo complicado que podría ser si me investigaban ya que los antecedentes familiares indicaban que mi padre y 3 de mis tíos habían sido presos políticos y, seguramente, hasta allí llegaría mi trabajo ya que no me permitirían el acceso al regimiento.

Bueno, nunca nada de eso ocurrió, al poco tiempo me di cuenta que cada vez tenía menos dificultad para ingresar, ya incluso no se me pedía cédula de identidad y al llegar a la barrera, esta se habría de inmediato; en realidad, lo que ocurría era definitivamente, que una buena relación con personal del casino de soldados podría generar mejores dividendos, ya explicare el porqué.

Qué era el Casino de Soldados, mas allá de lo físico de la construcción, tiene que ver con lo de soldados, ó sea, cualquiera podía ingresar más allá de su condición o rango, físicamente consistía en un salón con mesas y sillas, un televisor, pegada a esa construcción estaba un container que servía de punto de venta y una pequeña cocina donde se preparaban completos, se calentaban empanadas y un almacén con bebidas, galletas, dulces que se fabricaban en la panadería del concesionario, cigarros y útiles de aseo. Los útiles de aseo eran fundamental tenerlos, ya que un soldado debe tener siempre lista lo que se le denomina bolsa de combate, a pesar de que el casino tenía su lugar para sentarse y mesas para servirse, los oficiales siempre pedían ingresar al lugar de la cocina, quizás para mantener la distancia del mando y claramente un clasismo brutal que todos/as conocemos en las fuerzas armadas, esta situación me permitió conocer a varios oficiales, sobre todo jóvenes de no más de 21 a 23 años en su mayoría Alférez, Subtenientes y Tenientes, casi todos recién salidos de la Escuela de Oficiales, la verdad era bastante molesto escuchar sus conversaciones despectivas, sobre todo hacia las jóvenes magallánicas, ya que se referían a ellas como las perras, por ejemplo, recuerden que estoy hablando en momentos de apogeo de la dictadura y seguramente estos oficiales podrían ser atractivos para las hijas de personas de un sector social que ellos frecuentaban, me refiero a la socialité magallánica que no se hacían de rogar para asistir a las fiestas que organizaban en el casino de oficiales, la ex casa del genocida José Menéndez, frente a nuestra plaza de armas. Otra dimensión impresionante respecto del clasismo que campea lamentablemente en nuestras fuerzas armadas y que conocí in situ, era que la gran mayoría de estos oficiales lo caracterizaba su apellido de origen anglosajón, eran muy pocos los que tenían apellidos comunes que existen en nuestro país, también sus relaciones familiares, todos en su mayoría hijos de altos oficiales, aquí comienza una parte de esta historia que encuentro tiene algunas características muy especiales, cuando conocí años después, la historia familiar del Teniente Contreras (el militar que murió despedazado al colocar una bomba en la parroquia de Fátima), quien precisamente no venía de una familia militar y menos de gran posición social, y es que esta persona tuviera una personalidad tan diferente al resto de estos jóvenes oficiales, a diferencia de la gran mayoría de estos jóvenes, era una persona muy retraída y reservada de muy pocas palabras, me arriesgo a pensar que la decisión o la orden para que el lleve a cabo tan deleznable tarea tenía que ver con su condición social, no era hijo de alguien que pudiera haber dejado pasar así no más este trágico desenlace.

Lo que vi y conocí en esos años fueron actos de corrupción horribles e inhumanos, como la decisión del comandante del regimiento de esa época y que hoy está encarcelado si es que se puede decir así, en “Punta Peuco”, que daba la orden de acuartelamiento a los soldados los días de pago para que gastaran su estipendio en el casino, coincidía con eso su solicitud al concesionario de su necesidad de carpa, cocinillas y otros utensilios de camping que el necesitaba y las infaltables empanadas los días domingos, no sé si sería coincidencia, claro que no.

Hay más historias que en otra ocasión compartiré, lo que no puedo dejar de contar es que al cabo de 2 años dejé de trabajar allí y derivé a otro lugar de trabajo, al paso del tiempo ya empezaron las protestas contra la dictadura y la organización de los partidos de oposición, obviamente me incorporé de lleno a la lucha contra la tiranía pinochetista, había literatura e ideología que circulaba en mi mente pero había mucha más convicción de terminar con las injusticias cometidas, sobre todo la reivindicación histórica del movimiento popular que había llevado al gobierno al compañero Allende y por supuesto la injusta prisión y tortura sufrida por mi padre y mis tíos después del golpe de estado, aquí viene lo por suerte puedo contar, a principios de 1984 se realizó en nuestra ciudad la famosa bienvenida al dictador “El Puntarenazo”, claro que estuve allí en las rejas de la catedral a voz en cuello gritándole asesino a Pinochet, a los días después fue citado el concesionario y un chofer que realizaba y siguió haciendo mi labor cuando me retiré y, que paradójicamente, éramos muy parecidos, él fue citado a un interrogatorio donde le preguntaban no muy amablemente qué hacía en esa manifestación, obviamente, él no era, entonces era el otro chofer y dónde están los documentos del otro chofer; bueno, nunca estuvieron, los servicios de inteligencia en realidad nunca fueron tan inteligentes, pero sí para ser benevolentes e irresponsables, sólo para congraciarse con el “paisa” del casino de soldados de quien algún beneficio pensaban podrían conseguir.

Por: Jaime Bustamante Henríquez

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