• 20 de abril de 2024

LOS CHILOTES DE LA PATAGONIA REBELDE

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Nota del editor: artículo publicado originalmente el 02/02/2021 en El Tirapiedras

 

Hace poco se cumplieron 102 años del episodio conocido como “la comuna de Puerto Natales”, sucesos que estremecieron a Puerto Bories y Puerto Natales, al enfrentarse en una refriega armada los obreros contra la oligarquía imperante y la policía, representantes de los poderes del estado.

Hacemos este preámbulo, puesto que estos hechos, forman parte de un todo que involucra a la lucha obrera en la Historia Patagónica. A posterior ocurrirá la masacre de la Federación Obrera de Magallanes ocurrida el 27 de junio de 1920 y los hechos conocidos como la “Patagonia Rebelde”, que se desarrollaron en las estancias de Santa Cruz y que culminan con los fusilamientos masivos de obreros rurales en territorio argentino.

El profesor y escritor Luis Mancilla Pérez (Castro, Chiloé. 1956), profundiza en estos hechos en el libro “Los Chilotes de la Patagonia Rebelde” publicado por primera vez en el año 2012. La obra aborda en  primera instancia; lo que significa ser chilote, las condiciones de vida y relaciones de orden económico en la isla grande, las rutas migratorias, el establecimiento de las condiciones sociales y laborales en las estancias patagónicas. En una segunda parte, nos informa de los hechos de la primera huelga grande en la Patagonia Argentina, desarrollada en la primavera de 1920, sucesos que desencadenarán la segunda huelga obrera y la feroz represión que estará al mando del coronel Héctor Benigno Varela a  cargo de tropas del ejército argentino, el décimo de caballería. En una tercera parte nos ilustra acerca del martirologio que significa de volver de una derrota. Del regresar a Chiloé, de los sobrevivientes de las matanzas, de imponerse a sí mismos la derrota final; la desmemoria y el olvido.

Una informe sucinto de los hechos podría ser lo siguiente: el gobierno argentino, presidido por Hipólito Yrigoyen envía al ejército argentino a reprimir las huelgas obreras, la orden perentoria es muy simple: “vaya y cumpla con su deber”. En Río Gallegos es apoyado por la Sociedad Ganadera y administradores de estancias agrupados en la “Liga Patriótica”. Tres destacamentos de soldados avanzaron al interior de Santa Cruz; hacia la zona de Lago Argentino, se envió una patrulla comandada por el capitán Pedro Viñas Ibarra, la siguiente salió hacia San Julián, al mando del capitán Elbio Carlos Anaya. La tercera columna y la más numerosa estaba dirigida por el teniente coronel Héctor Varela.

Donde estas tropas se presentaron, su accionar es el mismo, exigen rendición incondicional, los obreros deben entregar sus armas, monturas, ponchos y quillangos, sus “tiradores” que contienen su modesto capital de trabajo. Los dirigentes obreros y delegados de estancias son separados del grupo y son fusilados en el acto, sin mediar juicio previo. Luego viene el acto de “deslindar responsabilidades”, los administradores o capataces de estancias eligen a quienes pueden sobrevivir por la utilidad que puedan prestar en el trabajo rural. A los jornaleros, vagabundos o “tumbeadores”, al que desarrolla un trabajo esporádico, sólo lo espera la cobarde descarga de fusilería.

Las cifras son sobrecogedoras, se dice que se ejecutaron a alrededor de 1.500 obreros, de los cuales el 80%  eran inmigrantes chilotes. El primer fusilado es Roberto Triviño Cárcamo, obrero chilote, que acompañó al gallego Antonio Soto levantando peonadas obreras y requisando armamentos y víveres de las estancias. Iniciado el macabro tableteo de los fusiles. Varela decreta la muerte, emite un bando infame, declara la guerra a los obreros, donde los trabajadores chilotes fueron acusados de “enemigos del país donde viven”.

Después se dirigen a Paso Ibáñez, donde están los huelguistas liderados por el gallego Ramón Euterello y el chilote, nacido en Achao, José Descoubieres. En la Estancia Anita, durante cinco días, el ejército argentino fusilará a centenares de obreros, la mayoría de ellos, chilotes.

En la estación de Tehuelches, los huelguistas liderados por Facón Grande, enfrentan a las fuerzas del ejército, los que huyen vergonzosamente en medio de la balacera. Tres días después los obreros se presentan para parlamentar con las autoridades del ejército. Serán apresados y fusilados. José Font, un gaucho entrerriano, conocido como “Facón Grande”, los desafía “los puedo pelear con las manos atadas”.  Los estampidos de la descarga de los fusiles nos hacen eco hasta hoy día.

Los sucesos tienen el tinte del genocidio político y de exterminio racial. El propósito detrás de lo acontecido, es limpiar la Patagonia de los obreros anarquistas y de los chilotes que pululaban en la Patagonia. A los primeros por cuestionar el orden establecido, por creer en una unión obrera internacional y en la dignidad humana. A los segundos por ser una mayoría de obreros itinerantes, mestizos desarraigados de su patria y sin raigambre, ni posesiones materiales, en suelo argentino. Obreros inmigrantes, que cruzaban las frontera, a menudo indocumentados y en las condiciones más precarias, en busca de trabajo y sustento mínimo.

Un antecedente final, que es un dato más de la causa, en la región central de Santa Cruz, en la estancia ”San José”,  en la década del setenta una modesta cruz de madera representaba el único homenaje que podían hacer los peones rurales a sus compañeros de clase. Disponía de una inscripción que rezaba: “A los caídos por la livertá”.

JORGE DIAZ BUSTAMANTE

PUERTO NATALES- ENERO 2021

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