• 30 de abril de 2024

OPINIÓN. La pandemia del comercio natalino

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POR: Observador

Hace unos meses dijimos, por este mismo medio, que se venían momentos recesivos para la economía natalina y no caben dudas que estamos llegando a los momentos pronosticados. Momentos difíciles en muchos rubros del comercio local. Están lejanos las instancias felices para los comerciantes natalinos que se dieron en los años de pandemia. Los retiros del diez por ciento, las platas que llegaban a todos los vecinos como asignaciones del gobierno, era dinero fresco, que se quedó en el mercado local y giró muchas veces. Hay varias situaciones que han llevado esas platas hacia otros lados. Todos tenían pronosticado que terminada la temporada de turismo, no iban a existir las turbulencias de todos los años, en que volvíamos al tiempo de las bajas ventas. A fin de cuentas, había confianza que los ingresos de las empresas salmoneras, traerían estabilidad en el circulante local. Pero nadie consideró que muchos de quienes trabajan en esa rentable actividad, terminados sus trabajos, en los pontones y en tierra, viajan a sus ciudades de origen, donde gastan sus ingresos. Aunque los ejecutivos salmoneros justifican su actividad, argumentando, que la mayor parte emplean tienen su residencia aquí en Puerto Natales, ello está lejos de la realidad. ¿Cómo a ninguna autoridad local se le ha ocurrido pedir, vía transparencia, a la Inspección del Trabajo, un informe de cuantos empleados de la empresas salmoneras tienen residencia permanente en la ciudad?. Al recibir los resultados se van a llevar una sorpresa mayúscula. Bienvenida la actividad de las salmoneras. Están en lugares de nuestros mares, que quienes hemos navegado por esos canales, nunca imaginamos la presencia del hombre produciendo ahí; lo pronosticábamos para un futuro muy lejano. Lo importante es aprovechar la coyuntura para radicar población y no seguir siendo los veintemil y tantos por muchos años. Lo concreto es que en el comercio no ha habido registros notorios del circulante salmonero.

Levantadas las barreras por la pandemia, muchos de los compradores partieron a comprar a Punta Arenas, sobre todo a ese gran polo de atracción que es el recinto cerrado de zona franca. Por años una de las mayores injusticias del sistema de franquicias entregadas por el Estado para radicar personas. Divide a los comerciantes. Los del interior del recinto cerrado no pagan IVA, ni tampoco deducir de sus ventas el impuesto a la renta. Pueden vender sin iva hacia las llamadas zonas de extensión. El consumidor puede comprar por encargo y recibir el producto en su hogar desde Zona Franca. Todas estas garantías han permitido generar un mall donde los puntarenenses pueden hacer sus compras en locales protegidos, y tener la posibilidad de generar un punto de encuentro social. Como decía un vecino “No andan cagados de frío por la Bulnes y la Baquedano”. No olvidemos además que estos grandes centros comerciales han sustituido a las plazas de armas como punto de encuentro. Qué decir de las procesiones en la frontera de quienes parten todos los días a comprar a Río Turbio. Recordar como anécdota lo que decía un argentino en las afueras de un supermercado en Bariloche. “Ché, estos están locos, en autos soñados por nosotros, vienen a comprar detergente en polvo”. Reconocer que muchas de las compras argentinas son superfluas. Les están vendiendo a los chilenos cualquier cosa, aprovechando su impulso al comprar: aceite de comer, fideos, arroz y detergente de baja calidad. En los combustibles, es otra cosa, las diferencias corren. Pero después que la gasolina se quema, no queda nada. Y la guinda de la torta. De cómo Internet se ha ido transformando en un mercado persa, en donde, se visten los más pobres.

Continuará

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