• 18 de mayo de 2024

TIERNO CUENTO NAVIDEÑO. EL PESEBRE DEL MINISTRO

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Autor : Reno Rodolfo

Días cercanos a la Navidad, todo se torna dadivoso, los sentimientos del duro diario vivir de las personas se ablandan, todos andan dispuestos a hacer gestos de humildad, y eso lo saben en especial los niños. En estos días, llenos de mal gusto y estridencias, los comerciantes chinos sacan a relucir grandes surtidos de luces, vestimentas y carteles en homenaje a una fiesta en la cual muchos ciudadanos de esa nacionalidad, por motivos religiosos, no cree.

Es fácil ahora con la fanfarria y las candilejas provenientes del oriente celebrar Navidad. Quedaron muy lejanos los días en que los niños de la Patagonia, partían al campo a buscar renuevos de lenga, que les sirviera de árbol de pascuas. Los de mi edad recordamos como el olor a nuestro insigne árbol, la lenga, llenaba por muchos días el ambiente hogareño. Todo quedaba sujeto a la invención y la actividad creativa de toda la familia; con cajitas pequeñas se simulaban regalos a colgar en el árbol; todo lo que relumbrara servía; envoltorios de caramelos, pajaritos de crochet hechos por la abuela; piñas de pino pintadas.

En esos días de humildad y creatividad de las celebraciones pascueras, en un pueblo pequeñito de la Patagonia, estaba Mario, preparando el espíritu navideño de los ciudadanos. Mario, había sido elegido la autoridad principal de aquel lugar. Para alegría de muchos, el nuevo Alcalde, había dado muestras de solidaridad y de apostolado, en su ayuda hacia los más pobres del lugar. Siempre llamó la atención su entusiasmo y su vehemencia por dar soluciones a los problemas sociales de pueblito. Poblado formado en su mayoría por sacrificados mineros del carbón y pescadores. Mario, aún hablaba el castellano con el acento de su idioma natal, el italiano, pues provenía de la Lombardía, región del norte de Italia. Era comentario que el nuevo edificio municipal tenía torres que simulaban las de su añorada tierra lombarda.

Un día de comienzos de diciembre, nuestro buen Alcalde, dio inicio a la materialización de una idea que le revoloteaba por la mente desde hace tiempos. Se trataba de reeditar en esta parte de la lejana Patagonia, aquello que alegraba la vida de los chicos de su ciudad italiana natal, se trataba de implementar en un lugar del centro del pueblito, nada menos que un Pesebre Viviente. De esos grandes. Con animales vivitos y coleando. Con buenos samaritanos dispuestos a estar por algunas horas haciendo el protagonismo de Maria y José; muchos pastorcitos y si es posible Reyes Magos.

Sus buenos contactos con los salesianos del lugar, le hizo fácil, en principio la tarea. Un grupo de muchachitos del colegio de curas, se ofrecieron, en la posibilidad de llenar las horas de ocio cercanas a las festividades. Una apoderada que amamantaba a un bebé de meses se ofreció para hacer de extra en tan importante evento. Con algunas condiciones factibles de cumplir, como eran, contar con pañales desechables y un baño cercano donde lavar el culito al niño Jesús y calentar las “papas”. Hasta Reyes Magos consiguió. Para Mario todo era prometedor. Se alegró, hasta la emoción, cuando vio en pie un protegido escenario, que simulaba una rústica pesebrera. Quedó ubicada frente al antiguo municipio.

Un día cercano a la navidad los empleados municipales prendieron las luces de la ambientada casucha. Claro, que estaba bien techada y protegida, para evitar cualquier desastre meteorológico; ya todo el pueblo hablaba de la iniciativa de Mario; los pocos autos existentes, de aquellos lejanos años, comenzaron a girar alrededor de la Plaza principal y las vecinas elucubraban sobre la gran idea del Alcalde. Jamás los anteriores habían entregado en Navidad aquel significativo regalo.

Se venía la fecha de partida del milagro navideño y Mario tenía un escollo para implementar la presencia de animales en el Pesebre; el colocar animales al interior, significaba tener un guardián permanente, para evitar robos y destrozos. De su estancia productora, Mario traería las ovejas, de vientres secos, ya viejas por ser tranquilas y estar todo el día comiendo pastos de talaje; otro ganadero amigo les prestaría un caballito “pony” enano, que aseguraba ser tranquilo y que sus nietos no montaban por ser “lenteja”. También apareció una ternera negrita de la raza Angus, que le facilitó su amigo Jorge.

En todos estos trajines, que Mario no dejaba de supervisar, estaban ocupados sus colaboradores directos, para que todo saliera “como en la mía Italia”. Con el correr de los días se dificultaba conseguir el animal insigne del pesebre. Carecía de un burro, fiel animal usado por María y José para llegar a Belén. Descubrieron que en la Patagonia no había asnos. Jamás se les vio utilidad. Pero alguien comentó, que fuera de algunos “burros humanos”, de la población local, famosos por lo lentos para aprender, había un parcelero del lugar que estaba juntando animales para una “Granja Recreativa” y él había traído un animal de ese tipo desde Punta Arenas.

El propio Mario fue a gestionar el préstamo del burrito sabalero. Su dueño al recibir al sonriente Alcalde y conocer la petición, respondió solicito a prestarlo. Pero, llevando hacia un costado de la sala a Mario, lejos de las secretarias que lo acompañaban, advirtió de una manifestación corporal, “hablemos de una mala costumbre del animalito, pues permanentemente, muestra su inmensa herramienta que Dios le dio; es inevitable y ello trae las bromas de quienes lo ven, sobre todo de los niños, que se cagan de la risa, amigo Mario”. Pero Mario, reaccionó, con la picardía aprendida en Chile, asegurando, “a caballo regalato no se le miran los dientes, meno lo otro”.

En los intensos preparativos fue providencial el día en que su secretaria le avisó que en las afueras de su oficina alcaldicia, había un señor, que pedía se le anunciara como “Ministro”. Pedía urgente una audiencia con Mario. Por la mente del creativo tano, pasaron muchas ideas sobre supuestas visitas ministeriales; pero cuando la Laurita, le dio a entender que era un poblador humilde del lugar, recordó de inmediato a un joven que repartía publicidad de parrilladas de la ya desaparecida “Tranquera” de su amigo Manolo, a quienes todos conocían con el apodo familiar de “Ministro”.

Nuestro personaje venía a ofrecer sus servicios para ser el cuidador del Pesebre Viviente. Le transmitió a Mario que estaba emocionado con la idea y que desde que vio el refugio navideño, se dijo asimismo, “Yo seré el cuidador”. Total, así lo trasmitió en su oferta, “Si hace frío en las noches, una buena frazada y unas cuantas cajas de vino, me harán un buen guardián”. Se completaba así el elenco navideño. Estaban las condiciones para traer los animalitos que serían los extras junto a “ Ministro”. Ratificado en su puesto el “guachimán navideño”, dijo a sus amigos noctámbulos y bebedores, que lo fueran a visitar para acortar las horas de vigilancia nocturna.

Claro, que las ovejas traídas, no fueron del gusto del vigilante. Eran viejas y como no estaban esquiladas expelían un desagradable olor; además los orines eran lacrimógenos. En su regreso trajeron ocho hermosos lechones de ovejas, gorditos y saludables que inmediatamente hicieron salivar a los golosos parrilleros que pasaban a mirar el montaje.

Luego se agregó el resto de la fauna navideña, aumentando la expectación en los vecinos del pueblito. El día anterior a su apertura llegó la Virgen María con José y el niño Jesús para recibir las últimas instrucciones; también llegó el grupo de bulliciosos pastorcillos, que se dedicaron todo el rato a pellizcarse entre ellos y a los asustados corderitos. Todo hacía presagiar el día anterior a su inauguración, que la idea de Mario, causaría admiración en los medios de comunicación y en el público. Hasta el obispo de la diócesis había llegado al pequeño poblado, para ratificar con su bendición, la convicción de los fieles. Habría cánticos y villancicos de improvisados coros de monjitas y jubilados.

Temprano la mañana del gran día de inauguración del pesebre, mientras Mario, tomaba un contundente desayuno con sus hijos y esposa, esperando un día de maravillosa celebración navideña, llamaron urgentemente a la puerta de su casa, sus ayudantes. Después de escucharlos, tomó su chaqueta y partió raudo en una camioneta que estaba en marcha esperando.

Lo que vieron Mario y sus colaboradores al llegar al lugar donde estaba instalado el “Pesebre Viviente” fue tragicómico; “la vida o es teatro o es tragedia” se le vino a la mente ese viejo dicho piamontés al desolado Mario. “Ministro”, dormía sonriente, sobre un montón de paja, a su lado, una botella vacía de pisco Mistral; los visitantes incluso le habían pintado la cara con lápiz labial de rojo furioso. El burrito y sus compañeros de escenario pastaban felices en un verde césped de la plaza principal. Pero los apetitosos borreguitos, era evidente que los impíos asaltantes de pesebres, se los habían llevado y cuando el carabinero mostró un letrero encontrado en el lugar, que decía “Gracias Mario por la hermosa parrillada”, recién se dieron cuenta que el pesebre había sido un hermoso sueño navideño.

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