• 3 de diciembre de 2024

Un navegante olvidado

 Un navegante olvidado
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Francisco Coloane, considerado el narrador de los mares y los vientos de Chile, Premio Nacional de Literatura en 1964, en su libro “Naufragios y rescates” publicado en el año 2002, hace referencia en el prólogo de esta obra, que durante su juventud atesoró dos libros que marcaron su vida como escritor y como hombre de las tierras australes. Uno de ellos “Derroteros del Estrecho de Magallanes” y el otro “Naufragios en las costas de Chile”. A este último, asegura, le debe su vocación de escritor y a través de esta publicación rinde homenaje a su autor, el capitán de navío Francisco Vidal Gormaz.

El libro, un volumen de 899 páginas, editado en Santiago de Chile en 1901, registra un pormenorizado detalle de los siniestros ocurridos a las naves de los primeros navegantes que surcaron las aguas de las costas de Chile. Para ello, su autor, debió recurrir a las antiguas crónicas de los descubridores y exploradores de este litoral. Inicia esta amplia relación con la expedición de Hernando de Magallanes en busca de un paso por el sur del continente americano y el naufragio de la Nao Santiago. “Esta nave, es, pues, la primera que haya naufragado en la costa austral de Sud América, tomando posesión con su quilla de la árida comarca que denominaron Patagonia”(1).

Por otra parte, Osvaldo Wegmann Hansen, periodista, piloto costero y también escritor del austro chileno, hace repetida mención de este autor, en sus crónicas, “Cementerio de barcos”, “Tesoros perdidos en los mares del sur” y “Barcos Hundidos” editadas en la Prensa Austral en la década de los 80’s. En cierta ocasión, durante el desarrollo del Primer Encuentro de Escritores regionales de Magallanes, el propio Osvaldo nos recomendó su lectura. ¿Pero quién es Francisco Vidal Gormaz? ¿una figura que ha calado tan hondo y de cierta manera ha ejercido una soterrada influencia en los escritores de las tierras australes?

La información la obtenemos en páginas de internet. Como viejos argonautas navegamos a través de la red, para obtener una aproximación a este autor: Francisco Vidal Gormaz, nació en Santiago el 1° de julio de 1837, a muy temprana edad inició sus estudios náuticos en la sección especial de Marina de la Escuela Militar. El 2 de marzo de 1852 es nombrado cadete y, posteriormente, en 1854 recibe el nombramiento de guardiamarina. Su primera misión es embarcarse en el pontón “Chile”. Su segunda destinación, marcaría el resto de sus días. Le ordenaron embarcarse en el bergantín “Janequeo”, junto al comandante Francisco Hudson. Ambos marinos iniciaron entonces la tarea del reconocimiento del territorio nacional y el estudio de los derroteros navales, que servirían tanto a la navegación de la Armada Nacional como a la Marina Mercante.

En 1862 fue nombrado director de la Escuela Náutica de Ancud, el gobierno de entonces, la había creado para impulsar el crecimiento económico de Chiloé. Los lugareños no hicieron eco de esta iniciativa, lo que llevó a su cierre en enero de 1865. No obstante, Vidal Gormaz aprovechó su estadía en la zona para reconocer la isla y sus canales. En el verano de 1863 exploró Chiloé Continental. Posteriormente, daría a conocer estos viajes, iniciando con ello sus primeras publicaciones.

Se inicia, así, el estudio sistemático de la hidrografía en las costas de Chile. Impulsado principalmente por Francisco Vidal Gormaz quien asumiría entre 1874 hasta 1891 la dirección de la Oficina Hidrográfica de la Marina Nacional. Allí debe coordinar y supervisar los viajes de exploración y de estudios por el territorio costero nacional. Gran parte de estas expediciones fueron encabezadas por el mismo.

En este arduo trabajo, no sólo se dedica a describir antecedentes relacionados con la geografía y la ciencia náutica, sino que también describe faenas productivas, costumbres, tradiciones, grupos poblacionales, como por ejemplo la población de Huar: “los habitantes se ocupan de la labranza de madera i de la agricultura, consistiendo ésta en el cultivo del lino, trigo, habas, arvejas, papas, avena i un poco de quinua; pero a juzgar por lo reducido de la producción, no es agricultura mui alhagüeña. El trigo produce escasamente el 6 por uno, la papa el 9, las habas y arvejas el 8, la avena el 14 i la quinua mui abundante; mas este escaso producido queda en parte recompensado por las maderas. Se cortan en la isla el Laurel, la luma i el tique, i en la cordillera de los Andes que mira hacia la isla, el alerce i el ciprés. Por otra parte la abundancia del marisco i del pescado contribuye por mucho al alimento de las familias” (2).

En la página web memoriachilena.cl de la Biblioteca Nacional de Chile, encontramos las siguientes publicaciones de este destacado marino y escritor; “Esploración del Río Valdivia i sus afluentes” (1869) “Esploración de la costa de Llanquihue i archipiélago de Chiloé” (1871), “Jeografía Nautica de la República de Chile” (1880) y “Hundimiento o solevantamiento de los archipiélagos australes de Chile” (1901). Mención aparte merece la página web archive.org, donde aparece integra la obra “Algunos naufragios ocurridos en las costas chilenas desde su descubrimiento hasta nuestros días”.

Hundimiento o Solevantamiento de los Archipiélagos de Chile”, es una memoria presentada al certamen literario y científico premiado por la Universidad de Chile en 1877, con una tirada de 100 ejemplares. Aquí Vidal Gormaz se nos revela como un destacado cronista, que no se aboca solamente con el tema central del texto, sino que despliega todo su conocimiento sobre las más diversas materias, historia regional, geografía, etnografía, hidrografía, sismología, entre otras.

En esta detallada crónica se pregunta sobre los archipiélagos que bordean el sur de Chile; ¿deben su origen a solevantamientos del fondo del mar o a hundimientos de la región austral y occidental de Sudamérica? Para encontrar su respuesta se concentra en la zona comprendida entre Chiloé y la península de Taitao. Nos informa que los fenómenos de hundimientos locales son numerosos; “i muchos de ellos tan característicos que inducen a sospechar que la causa del relieve actual de aquellos archipiélagos pueden mui bien deberse a hundimientos esperimentados en la costa occidental de Sud América”(3)

Sus planteamientos se oponen a la de diversos científicos, aventureros y navegantes, que circundaron el territorio y que se habían extendido hasta ese entonces. En este breve volumen despliega su teoría, elaborada en base al estudio de las crónicas de estos primeros exploradores y de su conocimiento directo desarrollado en el mismo terreno.

A pesar de ser un tema árido, Vidal Gormaz, se muestra como un ameno narrador. Manifiesta su teoría de hundimiento del territorio, basado en la observación realizada in situ en su viaje de exploración de la zona realizado en 1857. En la ocasión mientras navegaban en una chalupa del “Janequeo”, chocaron contra el brazo de un árbol, que abrió un agujero en la embarcación que los puso en grave peligro. Al bajar la marea se percataron que habían surcado sobre los restos de un bosque de robles, que permanecía sumergido. Lo que atribuyen a un cataclismo que produjo estragos en Chiloé, Guaitecas, Chonos y Golfo de Penas, ocurrido el 7 de noviembre de 1837.

Para ese entonces, se entrevistaron con dos testigos de los fenómenos ocurridos, los marineros ingleses Archy y Yate. Los que entregaron su testimonio; cuando volvieron a navegar por el sector, constataron la desaparición de pequeñas islas que les eran conocidas y la presencia de bancos y rocas donde antes no los había. Estos viejos loberos, comprobaron que la fisonomía de las tierras australes había sido bruscamente modificada y debieron elaborar nuevamente sus rutas de navegación, donde la hidrografía había sido tan sorprendentemente modificada.

Mientras exploraban el Seno de Reloncaví, muchos informantes le advirtieron que los terrenos que veían inundados por el mar, en tiempos recientes, eran terrenos de cultivos. Lo que reafirmaba la teoría del hundimiento del territorio. Algunos vecinos ancianos de aquella comarca atestiguaron que “el mar se levantaba progresivamente inundando la tierra”.

El célebre naturalista Charles Darwin, que había recorrido el territorio nacional, desde Tierra del Fuego hasta Copiapó, a bordo del bergantín “Beagle”; dice haber hallado a una altura de 6 metros sobre el nivel del mar, conchas de los mariscos que pueblan las playas del sector. Con esto pretende demostrar que aquellos lugares han emergido desde el fondo del mar en épocas recientes. Aquí, Vidal Gormaz, se revela como un agudo observador de la naturaleza: “Hemos visto a las gaviotas coger en las rocas de las playas choros, quilmahues, tacas i otros moluscos i conducirlos a aquellas alturas limpias para depositarlos en ellas i obligarlos a abrir sus valvas, tomar enseguida un palito o pedrusco pequeño i esperar el momento oportuno para introducirles ese objeto estraño que les obligue a permanecer abiertas, i, por último, cebarse en el marisco hasta saciar su apetito, injenioso sistema fácil de observar cuando se viaja por aquellas latitudes. Esta causa es, sin duda alguna, la que nos permite ver conchas diversas a elevadas alturas”(4)

El mismo Darwin, para sostener su teoría de la elevación del terreno, sostiene que han hallado grandes depósitos de conchas a elevadas alturas sobre las colinas ribereñas, que están envueltas en un sedimento negrusco de dos a tres pies de espesor. A este respecto nuestro autor plantea: “Los chilotes, así como los antiguos indios chonas, desde antes de la conquista, usaban el sistema de cocer el marisco en agujeros hechos en tierra, lo que llamaban curantu. Vivían en las colinas de las costas, i siendo el marisco su principal alimento, bajaban a las playas para cojerlo durante la bajamar”(5)

El curanto es una técnica ancestral de cocción de alimentos, utilizado por los chonos y veliches. Asimilada posteriormente por aventureros, loberos y lugareños. Consiste en una fosa, donde se caldean las piedras a fuego lento y luego se deposita todo tipo de mariscos, se cubren herméticamente con hojas de pangue y con champas de tierra. Después de una u hora o más, se abre el entierro y el grupo familiar se reúne en torno a este festín, arrojando las conchas a sus espaldas. Lo que hacía que después de un tiempo se produjera estos depósitos de conchales. Que de acuerdo a Vidal Gormaz, es posible encontrar en diferentes lugares de la isla.

El padre Fray Pedro Gonzales de Agüeros, que también sostenía la teoría de los solevantamientos, decía en su “Descripción Historial de la provincia y archipiélago de Chiloé” (1791) que la bahía de Carelmapu era considerada en 1643, una excelente bahía para embarcaciones mayores y que en la actualidad, un banco de arena lo había inutilizado y que al presente permitía solamente botes y balandras.

A este respecto Vidal Gormaz, hidrógrafo y explorador de la zona afirma: “La disminución del fondo de Carelmapu, así como el de la bahía de Ancud, Canal de Cailín, puerto Godoi i otros puntos, es debido a la acumulación de las arenas acarreadas por las corrientes que esperimentan las aguas en esas localidades. Las raudas aguas del Chacabuco, movidas a impulso del flujo i reflujo de las mareas, con una rapidez extraordinaria, depositan en los recodos de las costas parte de sus acarreos i la acumulación sucesiva concluye por determinar los embancamientos de que somos testigos”(6)

El piloto español, José de Moraleda y Montero, que realizó levantamientos cartográficos, entre el archipiélago de Chiloé y el de los Chonos, a fines del siglo XVIII. Refiere que en los bajos de Guapacho, se asomaban unas cabezas de roca al momento de la bajamar y donde las olas reventaban continuamente cuando había marejada. En contraposición a este informe, se nos dice que después de 88 años de notificado este suceso, las rocas en cuestión ni siquiera asoman en la superficie del agua. De igual manera, se informa que la roca Remolinos, que motivó el traslado del pueblo de San Antonio de Chacao al antiguo San Carlos, hoy Ancud, fue sondado en una de las naves de don Antonio de Vea en 1675. Dos siglos después la roca Remolinos, llamada también Petucura, no asoma sobre las aguas con las mareas bajas ordinarias.

Al finalizar esta memoria, Francisco Vidal Gormaz, expone que en el volumen “Descripción Historial de Chiloé” se informa de un terremoto experimentado en Carelmapu, en el amanecer del 14 de mayo de 1633, que destruyó el pueblo por completo y en seguida se cita la caída de un aerolito que produjo gran agitación en las aguas del mar. El 24 de diciembre de 1737 ocurrió otra catástrofe de mayor magnitud que el anterior, que destruyó la mayor parte de las poblaciones del archipiélago y la ciudad de Valdivia. A su vez el autor, refiere otro siniestro ocurrido el 7 de noviembre de 1837, que ocasionó grandes destrozos e innumerables cambios en la fisonomía de la tierra. Lo que explicaría en sí, su sostenida teoría que los cambios producidos en la zona austral de Chile se produjo por hundimientos, debido a los grandes cataclismos sufridos en forma periódica en esta región. Pero deja la puerta abierta a su pregunta inicial, para que estudios posteriores consoliden o refuten su planteamiento.

La vida de este incansable explorador, hombre de ciencia y escritor sufriría un insospechado revés. Al finalizar la guerra civil, don Jorge Montt, quien había actuado como almirante de la escuadra que apoyaba a los congresistas, tomó el mando de la nación. Los oficiales que no se plegaron a este movimiento fueron separados de sus cargos. Entre ellos quién dirigía la Oficina Hidrográfica de la Armada; Francisco Vidal Gormaz. Al mismo tiempo, otros destacados oficiales corrieron igual suerte; el capitán de Fragata Policarpo Toro hurtado, el Almirante Oscar Viel Toro, entre otros.

Después del levantamiento de 1891, la obra de Francisco Vidal Gormaz, pasa a un inexorable olvido. Sin su gestor principal la Oficina Hidrográfica de la Armada, quedó desarticulada. La institución le había bajado el perfil y la relegó a un segundo o tercer plano. Los oficiales científicos de la Armada de Chile no se sentían respaldados para efectuar estas tareas.

En aquellos años, era fundamental elaborar un cuerpo físico de la nación, a objeto de establecer las rutas marítimas para desarrollar puntos estratégicos de navegación de la Armada Nacional y para favorecer el desarrollo del comercio marítimo, con las vías más expeditas y seguras para los navegantes. La contribución de francisco Vidal Gormaz, traducidas en levantamientos cartográficos, Anuarios Hidrográficos, Derroteros náuticos de Marina, o los volúmenes de la geografía náutica de Chile es, sencillamente invalorable y perdura hasta nuestros días.

Asimismo su labor de fecundo escritor merece ser difundida, quien quiera adentrarse en la exploración de las selvas y costas, subir por zonas montañosas, conocer los primeros colonos, sus costumbres y sus tradiciones, tendrá una aproximación en esas páginas a un detallado retrato del Chile de mediados del siglo XIX.

REFERENCIAS

1.- “Algunos Naufrajios ocurridos en las costas chilenas desde su descubrimiento hasta nuestros días”, pag 2, Francisco Vidal Gormaz.

2.- “Esploración de las costas de Llanquihue i Archipiélago de Chiloé”, pag 80, Francisco Vidal Gormaz.

3.- Hundimiento o Solevantamiento de los Archipiélagos Australes de Chile”, pag 5 Francisco Vidal Gormaz

4.- Hundimiento o Solevantamiento de los Archipiélagos Australes de Chile”, pag 12 Francisco Vidal Gormaz

5.- Hundimiento o Solevantamiento de los Archipiélagos Australes de Chile”, pag 14 Francisco Vidal Gormaz

6.- Hundimiento o Solevantamiento de los Archipiélagos Australes de Chile”, pag 17 Francisco Vidal Gormaz

Por: JORGE DIAZ BUSTAMANTE

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