La Utopía y el descubrimiento austral /Jorge Díaz B.
En una pequeña librería de Punta Arenas, encontramos un libro que nos llamó la atención por su título: “El descubrimiento austral por un hombre volador o el Dédalo francés”, que pertenece a la serie Curiosa Americana y está clasificada como novela filosófica. Restif de la Bretonne (1794-1806), es el autor de esta obra, “oscuro tipógrafo y polígrafo fecundísimo que cultivó la novela autobiográfica, la tesis filosófica, el ensayo libertino y, siguiendo la moda de su tiempo, abordó temas referente a la moral de las costumbres”, de acuerdo a lo señalado en la introducción.
El libro se publicó póstumamente y la edición impresa en Chile (1962) cuenta con el prólogo y traducción de Eugenio Pereyra Salas.
La novela relata la saga de Victorino, hijo de un procurador fiscal, enamorado de Cristina, hija de su señor. Su amor transformado en verdadero martirio a causa de su diferencia de clases, hace de él un joven dado a la ensoñación, hasta que traba amistad con Jean Vezinier un empleado doméstico, de malas costumbres, pero gran lector. Juntos construyen una maquinaria de madera que movía dos alas de seda. Lograron así sus primeros vuelos experimentales, que terminan trágicamente con la muerte de Vezinier ahogado en un pantano. Victorino destruye las alas para que el invento no pueda ser reconocido. Posteriormente se dedica a perfeccionarlo y logra su objetivo: “instalado en la colina, subió a un pequeño promontorio y dando a las alas el movimiento rápido de la perdiz se elevó con facilidad”.
El hombre-volador asombró a toda la región. Muchos lo creían un demonio y Victorino mantuvo en secreto su identidad. Descubrió un lugar idílico llamado el monte inaccesible, hasta allí traslado a aquellas personas que no eran apreciadas en el condado y les otorgó diversos oficios. Con el paso del tiempo había organizado todo un pueblo que vivía en franca prosperidad y regido por el respeto e igualdad de oportunidades.
El amante decide culminar su plan secuestrando a Cristina, que no le era indiferente. Cometido el rapto viven en el monte de la comunidad inaccesible, los jóvenes contraen matrimonio. Pronto nacen sus hijos que se desarrollan en medio de un pasaje idílico, sin embargo la población había aumentado en gran número y se hace necesario emigrar a otros territorios. Victorino y sus hijos, los únicos dotados con la capacidad de volar, para sus propósitos buscan “una isla o continente que esté deshabitado o al menos no hayan sido colonizados por grandes potencias”. Inician sus viajes descubriendo numerosas islas. A partir de ese momento lo que parecía una novela fútil, deja paso a un libro de aventuras, recordándonos los antiguos textos de los exploradores y adelantados que llegaron a América y que enfrentan por primera vez un mundo desconocido, que los maravilla por una fauna y flora que se ofrece exuberante a sus ojos.
En la primera isla, a la que bautizan con el nombre de Cristina, se encuentran con los hombres de la noche. Seres primitivos que podían ver en la oscuridad y poseían un lenguaje gutural semejante al ruido de los murciélagos. Los habitantes del monte inaccesible son trasladados por los hombres voladores y habitan en comunidad con los hombres nocturnos, para ello Victorino dicta leyes que los protejan.
En la segunda isla, los habitantes de la Victorica, nombre con el que se bautizó a la isla grande, “son de raza patagónica, gigantes de unos doce o quince pies de altura. Son pacíficos, nunca pelean entre ellos”, con los cuales traban una gran amistad, de tal modo que Alejandro, hijo de Victorino, contrae matrimonio con una joven patagónica dando origen a una nueva raza. Al mismo tiempo fortalecen los lazos de amistad y el intercambio comercial entre ambos pueblos.
En la tercera isla, Alejandro advirtió “la presencia de un animal velludo, muy parecido al mono, que se aproximaba a su padre. Lanzó un grito de alerta, y gracias a las rápidas alas, se elevaron a unos veinte pies desde donde pudieron contemplar desde los árboles un grupo de animales semejantes a los otros, que se paraban en sus patas traseras. Sólo entonces se dieron cuenta que estos animales velludos era un ser intermediario entre el hombre y el mono”. En las islas siguientes encuentran diferentes razas de hombres animales; simiescos, caninos, oseznos, cornúpetos. De cada uno de ellos tomaron una pareja para educarlos en la isla Cristina. El autor adopta una actitud crítica con respecto a los conquistadores españoles:
“Fue una suerte inmensa que los hombres-animales del polo austral no hayan sido descubierto por los conquistadores de México y del Perú, sin duda alguna, contemplando la enorme talla de los Patagones, los hubieran masacrado. Y aún más, si en vez de tratarlos como bestias, hubieran advertidos en ellos un principio racional, entonces los hubieran quemado en la hoguera por Súcubus e incubus, sobrevivientes de un primitivo bestialismo”.
Los hombres voladores continuaron sus exploraciones descubriendo nuevas especies de hombres animales, las que integraban a su sociedad. Sin embargo, sabían de la existencia de tierras situadas al oriente, a la altura del grado 00, de clima frígido, pero favorable al desarrollo de una raza fuerte.
Al iniciar las exploraciones se sorprenden de la similitud del paisaje con España, Italia y Gran Bretaña. Habían llegado a la Megapatagonia. A su arribo el pueblo acude a recibirlos, para ofrecerles hospedaje y todo lo que necesitaran “gesto hecho sin ostentación, sino con el corazón abierto”. Los hombres voladores encuentran en los megapatagones una nación civilizada, desarrollada en los vastos conocimientos de la ciencia, del arte y la filosofía. La base de todos sus principios es el orden y la igualdad. Su ley fundamental en pocas palabras es:
Se justo con tus hermanos; es decir no exijas nada, no le hagas nada que no quieras que te hagan a ti mismo. Se justo con los animales, lo mismo que tu quisieras que fueran contigo los animales superiores al hombre. Somos iguales entre iguales. Cada cual debe trabajar por el bien general. Cada cual debe participar del bienestar general.
Los megapatagones sostienen que los pueblos no necesitan más que estas leyes. Quienes no lo creen así, son opresores o esclavos, que estarán dispuestos a “legitimar, la injusticia, la desigualdad y la tiranía de alguno de sus miembros sobre la comunidad”.
“El descubrimiento Austral” es un libro lleno de aristas que debemos explorar con la misma diligencia que Victorino y su grupo familiar. El Dédalo francés, es una novela que reúne lo feérico y la utopía para permitirnos una nueva lectura en nuestra presencia patagónica. No sólo somos lo que pretendemos o creemos ser, sino también, somos como los demás nos imaginan.
JORGE DIAZ BUSTAMANTE