Visión espectral de Ultima Esperanza*
Dramáticos capítulos de la historia de la colonización escriben pobladores de lotes tipo “C”- Las mujeres dan a luz sin auxilios médicos – Inviernos con 30 grados bajo cero – 60 millas de mares tempestuosos con ballenas en acecho. Acabo de terminar una gira por los últimos confines del seno de Ultima Esperanza, y espero hacer otra, porque hay paisajes que se admiran y se odian.
Tras una larga jornada, al caer la noche, paramos el motor para largar el ancla en Bahía “Los témpanos”. Han sido 40 largas millas de interminable rolar sobre peligrosos arrecifes, entre horribles acantilados sin una caleta donde buscar refugio, luchando contra el aullador viento del N.O:
UN POBLADOR QUE HUYE Mientras la tripulación duerme, junto al fogón abordamos al ranchero que en forma escueta nos cuenta sus penurias: El lote que ocupa abarca 3.400 hectáreas, tipo C, pero de esos terrenos sólo sirven unas 250 hectáreas que a duras penas mantienen al caballo “guardiero” en invierno. En verano el pequeño cañadón parece un jardín, pero en invierno caen más de dos pies de nieve que duran desde mayo hasta septiembre, u octubre. Y no le hubiéramos creído de no haber visto los cerros circundantes con vestigios de nieve a pesar de estar adelantado el mes de octubre. Al amanecer confirmamos lo aseverado en torno a los “infiernos verdes”; la bahía está cercada por dos inmensos cerros de pura roca volcánica que se internan hacia el norte en una extensión de más de 8 kilómetros. Al fondo del cañadón un pequeño monte enclavado en los turbales da una idea sobre el porvenir de estas tierras estériles. El resto, rocas, nieve y silencio aterrador. Ni un solo pájaro entona un cantico en esos rincones abandonados. La desgracia habita por doquier, pumas, zorros y malos inviernos obligan al poblador a pedirnos que le llevemos sus “pilchas” para Natales. El se irá por tierra arreando sus pocos animalitos para salvarse así de la ruina total.
NIÑOS QUE NACEN SIN AUXILIO DE MATRONA Manuel Aguila se llama el poblador de “Bahía los Ciervos”. Delgado como un canelo; rostro curtido por los vientos y las heladas; hablar pausado de hombre acostumbrado a dialogar con el hacha y con el árbol. Hace seis años que está instalado en el lote, donde vive con su esposa y sus cuatro hijos. Apenas cuenta con 50 vacunos. Las limpias hechas para poder sembrar unas verduras y hacer las instalaciones esenciales, dan una idea cabal del esfuerzo titánico de este poblador, máxime cuando hace seis años no había lugar donde armar una carpa y todo era un hacinamiento de árboles raquíticos metidos en la turba y rocas. Una pequeña siembra de hortalizas y papas comienza a mostrar su verdor. Cercos, galpones de palo a pique, labrados a pura hacha, un rancho acogedor y un hato de vacunos y caballos son el orgullo de este colono que todas las mañanas saluda al colosal ventisquero Balmaceda que refleja su silueta en las aguas de la bahía.
Hace cuatro años, como todos los inviernos, el termómetro marcó 30 grados bajo cero y el canal se escarchó hasta el ventisquero Balmaceda y hasta Punta Cañadón. En esas circunstancias nació el tercer hijo del colono, sin el auxilio de un médico o una mucama. Hace un año, en vísperas de nacer su cuarto hijo intentó llevar a su esposa al puerto, más, el temporal del norte duró más de un mes sin amainar ni un instante. Dos veces intentó salir a vela de la bahía, pero se le llenó la chalupa de agua y hubo de desistir de la empresa y esperar el advenimiento del hijo en la cabaña, sin más recursos que la ayuda de Dios.
Para hacer el honor al nombre de la bahía el colono nos ofrece un asado de ciervo que rociamos con agua pura de manantial. Al despedirnos nos dice: “No se olviden de la leyenda para el Boletín. Hagan algo para que reconozcan el trabajo, y no olviden que estoy pobre como una rata en estas 2.200 hectáreas tipo “C”. Y nosotros, que hace tantos años conocemos esas penurias le estrechamos la diestra y sellamos la promesa de defenderlo.
BALLENAS AL ACECHO Partimos en demanda del canal Serrano. Bautista Díaz Low, propietario de la embarcación y poblador de “Bellavista”, otea el horizonte y sonríe de felicidad: A proa una inmensa ballena blanca aparece y desaparece. Díaz nos relata la aventura que protagonizó hace dos años, cuando cazó la ballena de 25 metros, noticia que apareció en los diarios de esta ciudad. La ballena blanca es un macho de la variedad BALLENA ESPERMA, que según los entendidos es la más valiosa. ¿Y… no piensa “hacerle la pesca” a ésta? – le preguntamos. ¡No! ¡Ni pensarlo! De la otra ballena que cacé, no obtuve un solo peso. Gasté, si, muchos pesos. La producción fue a parar a Valparaíso y Santiago, y hasta ahora, ni noticias del negocio total, trabajé como negro casi un mes en faenarla y sólo me quedan los honores de la prensa de la provincia y el pellejo sano.
La ballena navega a nuestra cuadra, levantando masas de agua. Pensamos en el peligro que estos bravos colonos arrostran: el aislamiento absoluto, acantilados profundos sin refugio; canales congelados con 30 grados bajo cero, y escasas, pero temibles ballenas. Diaz vuelve a sonreír y nos señala un punto. A lo lejos se levanta un torbellino de agua en las rompientes mugidoras de la Punta Naufragio, sepultura de muchos navegantes.
*Osvaldo Wegmann H. Boletin Ganadero; octubre 1951.
Recopilado por: J.D.B.