LECTURAS EN TIEMPOS DE PANDEMIA : LAS PATAS Y EL BUCHE

Llama la atención el título de esta obra, primero es la alusión a una antigua expresión o dicho muy chileno que pertenece al refranero popular, “Las patas y el buche”, que si mal no recuerdo hace referencia a cuando un individuo; patudez mediante, se presenta en algún lugar para ocupar un cargo, o bien desempeñar una función sin tener ningún merecimiento para hacerlo. En segunda instancia está el subtítulo de “crónicas carnívoras”, que es una verdadera invitación a los placeres de la carne.
Las crónicas, de estilos sugerentes, nos llevan por títulos altamente libidinosos: “Una cosa realmente caliente”, “Caderas con leche de coco”, “Azafatas con merkén”, “Despacito, despacito”, “Fuego en la garganta”, “Pellizcos sobrecogedores”, ”Sacos de cachas”, “Póngale perro a la perra”, “Bestia en celo”, “Lujuria caníbal”, “El bombero libidinoso”, “Sin aliento”.
Vinicio Cordeiro es el autor de estos suculentos y sustanciosos relatos que nos llevan a viajar a lo largo y ancho de un país llamado Chile, descubriendo un mundo donde las comidas y bebidas de nuestro país se ofrecen en lujosos restaurantes, en humildes cocinerías o en “picadas” clandestinas. Premunido de su sombrero Panamá y de acuerdo a propia confesión de su vocación aventurera y su epopeya vital lo lleva “a emprender meticulosas cacería de yantares y chupipandas por aquí y por allá”.
Pero mejor entremos en tierra derecha y veamos “el festín del diablo”, acompañado de un amigo demonólogo llega hasta Providencia en el Restaurant Lancelot y encuentra una corvina a la oliva envuelta por “un manto aceitunado que ondula despacito como si se tratara de un delicado negligé”. El lugar se transforma en el paraíso, con una diabólica pelirroja que prodiga sus atenciones, sirviendo un Casillero del Diablo para empujar las piezas del yantar y luego un jesuítico Misiones de Rengo para acompañar la parrillada que pidieron enseguida.
Cordeiro, el tuerto, pues tiene un solo ojo, como un moderno Polifemo, luce un apetito voraz y pantagruélico es capaz de engullir perdices, faisanes, mariscos y parrilladas en una sola jornada. Acompañado de buenos mostos y de ese único ojo crítico, para observar los platos y bebestibles además de repasar las sabrosas curvaturas de las féminas que están a su alcance, jóvenes, maduras o maduronas son el deleite de este sibarita gourmet.
En “Orgía al fin del mundo” nos acerca al recordado Sotitos Bar, ubicado en calle O´Higgins 1138, sitio obligado para todos los magallánicos de aquella nostálgica época. Nos advierte que correteado por un viento que no es de este mundo llegó a Punta Arenas. Aquí procede sin echar pie atrás, a engullir un consomé alianza, caldo Moro y caldo Gallo con sus dos cocos de cordero, que los acompaña con un Tarapacá etiqueta negra y cito textual:
“venga un cordero arvejado, tierno como un monaguillo en la flor de la edad. Vengan unas costillitas de un mismo animal, casi dulces en la parte más pegada al hueso. Y el mozo sigue ahí, sin inmutarse, oficiando su sagrado ceremonial en una cena solitaria en los confines del mundo, una comida que me hace recordar lo grato que es vivir, a pesar de Impuestos Internos, de la gota, de la artritis, de los efectos colaterales del viagra y de las canciones de Alberto Plaza”.
En el último rincón de la cristiandad, esquivando borrachos, como quien juega al luche entra al comedero “Tierra del Fuego”, donde engulle una pichanga con trozos de carne, huevo duros, tomate y palta, que lo acerca más a la chorrillana porteña. Excusa ideal para dar el bajo a unos buenos botellones de blanco sin marca. De ahí se va al bar Lily, habitado por extraños descendientes del pirata Ñancupel, donde engulle la más sabrosas empanadas de pino. Así emprende el más jubiloso regreso cantando la tonadilla “Voy pa Quellón, voy pa Quellón, en busca de un nuevo amor”.
La sopa para machos, lleva a nuestro autor a deslizarse sigilosamente por las lumpenezcas inmediaciones del antiguo Matadero Santiago para llegar al mesón del terrible Manuelito Farfán, con curriculum de ex; cuequero. Boxeador, abastero, canero y rey de la sopa de lápices. El local posee una única mesa donde se comparte la especialidad de la casa. En un plato hondo y desmesurado hecha a base de miembros viriles de toros y novillos aliñados con cilantro pimentón, ají cacho de cabra, acompañado de papitas nuevas.
“Rica es la sopa de lápices, intensa y maldita, con sus regustos salvajes y totémicos. La acompaño con harto ajicito y con un Alto del Carmen que voy sorbiendo para no arrebatarme”
Vinicio Cordeiro, es el alter ego del escritor chileno Antonio Gil, probablemente vamos a ver algunos de sus escritos. Aclaro que el libro se lee de un solo tirón, es placentero. Contribuyó, y de gran manera en acercarme en mi último viaje Natales- Punta Arenas.
KEDAT ENTUKAZA
ABRIL 2020