LA REMOLIENDA
En años antiguos se usaba la palabra remolienda. Sin ser un lingüista, entiendo que en el fondo define una gran zafacoca, que significaba desorden o caos con ánimo festivo, en definitiva una fiesta de materias desproporcionadas. Una algarabía un poco pantagruélica como puede suceder en la desmesura de los sentidos. A posterior conocimos el término “Casas de remolienda” o en chilenismos más furiosos “casas de huifa”, que se refería directamente a prostíbulos, o en lenguajes más siúticos “casas de tolerancia”, pues bien, tuvimos la suerte o la fortuna de presenciar, la puesta en escena de la obra de teatro “La remolienda” que se efectuó a las 19:00 hrs. en la Escuela Bernardo O´Higgins, el día 2 de noviembre de 2024.
Juzgo a priori, que el público presente era un entendido en esta materia, sin embargo y esto es para una reflexión posterior, estaban presentes espectadores de todos los grupos etarios, cosa curiosa, un pueblo que ejerció la actividad teatral en sus más tempranos inicios, conoce y disfruta de lo que podríamos llamar una sandia calada. Se trata de un verdadero clásico del teatro chileno que junto a la “Negra Ester” constituyen una de las obras cumbres del teatro nacional. Debo decir que los asistentes disfrutaron de principio a fin el desarrollo de esta extraordinaria obra, el desopilante entramado en las tablas fue acompañado por definitivas carcajadas y por la emoción en los diálogos de aquellos personajes que llamaban a la absoluta identificación de un pueblo, que sufrió las mismas condiciones de aislamiento y relegamiento en su propia tierra.
La propuesta es sencillamente genial, su autor Alejandro Sieveking, nos propone los diversos desencuentros del mundo campesino con el mundo moderno. Estamos hablando de una obra provista o afincada en la década del cuarenta, pero escrita en los años 60 y que hoy día conserva su propia vigencia, pero el mundo moderno que nos ofrece es el de la precariedad y la marginalidad de sus protagonistas, viven en la ciudad, pero no pertenecen a ella, al igual que los campesinos que bajan desde la cordillera a encontrarse con la gran urbe que es Curanilape. Un pueblo que está formado por una calle principal y que además tiene luz “eleutrica”. Esto último es un factor determinante de la trama puesto que es una de las motivaciones que lleva a aquellos campesinos a desplazarse a la ciudad motivados por Nicolasa, la madre de ellos y columna vertebral del argumento. En definitiva, se inicia este periplo a objeto de conseguirle una esposa a sus hijos, para que formen una familia en aquellos apartados rincones de la patria. En el extremo opuesto esta Rebeca, la dueña o regenta de la casa de remolienda, que pretende conquistar a un antiguo amor, que por cosas del destino es el administrador de la luz “eleutrica”. Y para confundir más las cosas Rebeca y Nicolasa son hermanas!.
Es imposible no identificarse con los personajes; Nicolás, Graciano y Gilberto, los hijos de Nicolasa plenos de candidez e inocencia y de Yola, Isaura y Chepa, al momento la “hijas” de Rebeca que por obra y gracia de los enredos de la argumentación terminan siendo “primas” de los primeros, generando el primer e inescrutable obstáculo de los vínculos amorosos entre ellos. La maraña de complicaciones que obtiene la obra, a ratos raya con el absurdo, lo que la convierte en una obra disruptiva y de natural actualidad.
La comedia de equivocaciones y enredos se convierten en la piedra filosofal de la argumentación, a momentos nos encontramos con la verdadera picaresca de los clásicos españoles, refranes y expresiones populares, con propuestas circenses como es el festival de adivinanzas que nos hacen los protagonistas con un franco desafío al ingenio popular y luego algunos inmediatos guiños al kabuki, viejo teatro japones, con movimientos exagerados en la batahola final y entradas y salidas en los diversos puntos de escenario.
La remolienda se estrenó por primera vez el día viernes 8 de octubre de 1965, en el teatro Antonio Varas de la Universidad de Chile, la dirección la realizó el conocido cantautor Víctor Jara, por lo que fue premiado con el Laurel de Oro. La obra ha sido representada infinidad de veces, tanto por teatro aficionado como profesional, en diversas partes del territorio nacional como en el extranjero.
Lo que presenciamos esta tarde de sábado nos llevó por los viejos caminos de los recuerdos, de una historia fracturada, que llevó en su momento al Chile de entonces en sus más altos niveles de creación literaria, musical y teatral. Y es imposible no sentir esa vieja nostalgia.
Por: J. Díaz Bustamante, Noviembre 2024.