• 6 de octubre de 2024

25 de noviembre, Día del Genocidio del pueblo Selk’nam

 25 de noviembre, Día del Genocidio del pueblo Selk’nam
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El 25 de noviembre de 1886 el ejército argentino provocó la mayor matanza de selk’nam de la que se tiene oficialmente registro. El responsable fue Ramón Lista, oficial mayor de Marina, que comandaba una expedición militar de exploración de la isla Grande de Tierra del Fuego, compuesta por veinticinco soldados al mando del capitán de caballería José Marzano y en la que también participaban como personal auxiliar el sacerdote italiano Giuseppe Fagnano y el cirujano belga Polidoro Segers. 

Se embarcaron en el cúter Santa Cruz y llegaron a bahía San Sebastián, al norte de la isla, en la costa atlántica. No había transcurrido más que un día desde el desembarco de los animales, suministros, armas y municiones, cuando el grupo de exploradores se enfrentó violentamente con los selk’nam. Tras recibir los soldados una lluvia de flechas, Lista ordenó una mortífera descarga de fusilería. A partir de entonces se desata una guerra sin cuartel, una carnicería que provocó entre los selk’nam veintiocho muertos y un elevado número de heridos y prisioneros, la mayoría mujeres y niñas. Los militares no sufrieron ninguna baja.

Contamos con tres testigos directos de la matanza, el propio Ramón Lista, el cura Giuseppe Fagnano y el médico Polidoro Segers.

Ramón Lista en el libro “Viaje al país de los Ona”

“Por lo que respecta a los indios onas que habitan la isla, tengo el sentimiento de comunicarle que me he visto en el caso de tener que librar un combate con diez hombres contra cuarenta salvajes, que ocultos en un espeso matorral, antes de entregarse y a pesar de nuestras demostraciones pacíficas, pretendieron rechazarnos lanzándonos enjambres de flechas. Los hice cargar a sable, el capitán a la cabeza, y cuando ya daba por terminada la lucha, este intrépido oficial cayó herido de un flechazo en la cabeza con lo cual el ataque se detuvo un instante; pero enseguida mandé cargar nuevamente y después de un ligero tiroteo el matorral fue desalojado quedando en nuestro poder algunos prisioneros, mujeres en su mayor parte, y sobre las zarzas veintiséis indios muertos, todos ellos de estatura gigantesca y de una corpulencia solo comparable a la de los patagones o tehuelches”.

Giuseppe Fagnano en “Il Bollettino Salesiano”

“El oficial trató de hacerse entender por los pobres salvajes a través de gestos, invitándoles a rendirse, ofreciéndoles carne y galleta. Parece, sin embargo, que nada comprendieron de su mímica amistosa ya que, en lugar de responder, lanzaron sus flechas contra los militares sin, no obstante, producir daño de ningún tipo. Luego de más de media hora de vanas tentativas y después de haberles inútilmente ordenado la rendición, el jefe ordenó desalojarlos de sus escondites, y a tal efecto se comenzó a abrir fuego donde quiera que apareciera una piel de guanaco. Cada detonación era seguida de un grito de los indios, entre cuyas voces se distinguía una que, dominando al resto, animaba a los demás a mantener la resistencia. Eso indujo al comandante a ordenar una carga con sables, con la esperanza de poder, de esta manera, cogerlos a todos con el menor derramamiento de sangre. El intrépido capitán Marzano se movió adelante y se lanzó hacia la mata negra desde donde continuaba saliendo aquella voz provocadora. Sin embargo, al llegar a una brevísima distancia del enemigo invisible fue herido en la sien izquierda por una flecha de madera, y cayó al suelo sin sentido, perdiendo sangre de la herida. En este punto ya no fue posible contener la animosidad de los soldados, anhelantes de vengar la herida de su valeroso capitán; se lanzaron rabiosamente contra los indios y mataron a todos cuantos osaron aún oponer resistencia. Hicieron trece prisioneros, incluidos dos niños”.

En este testimonio Fagnano simplemente lamenta las muertes, lo que no le impedirá continuar acompañando a la expedición militar. La realidad dista mucho de cómo la historiografía salesiana narró tiempo después este violento encuentro, y donde el sacerdote poco menos que expone su pecho desnudo a las balas de los soldados para evitar la matanza de indígenas.

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