• 10 de octubre de 2024

Santiago Pérez Fanjul, el cronista de las pecaminosas noches natalinas

 Santiago Pérez Fanjul, el cronista de las pecaminosas noches natalinas
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Por Ramón Arriagada Sociólogo

Uno de los cronistas de la época -Pérez Fanjul- hace descripciones valiosas en el tiempo, respecto al ambiente de juerga que se vivía en los lenocinios de aquel entonces. Se habían erigido como únicos lugares de encuentro social

Cualquier estadístico de la época debió haber quedado infartado al constatar los litros de “alcohol absoluto” en el mercado natalino. No sólo del norte del país llegaban las llamadas bebidas espirituosas; también el contrabando de licores como gancia, ginebra y otras pócimas alcohólicas traídos de Argentina

Desde los inicios, Puerto Natales, siempre tuvo dificultades para aumentar su población, ya que se privilegiaba la llegada de hombres solos; como ahora sucede con las empresas salmoneras: nunca hubo una política de construcción de viviendas para el personal.

La Sociedad Explotadora Tierra del Fuego enganchaba su fuerza de trabajo en las islas de Chiloé para las labores entre octubre y marzo; se reclutaban mocetones chilotes que venían a emplear la fuerza física en labores como matarifes, campañistas, esquiladores, alambradores, amansadores y otros oficios similares. Aquellos que cumplían labores de mantenimiento y labores industriales como eléctricos, fogoneros, mecánicos, maquinistas, ferrocarrileros, eran subidos a los barcos de la empresa Braun y Blanchard en la zona de Concepción, cuando las naves pasaban a proveerse de carbón en los puertos de Lota y Coronel.

Desde los inicios, Puerto Natales, siempre tuvo dificultades para aumentar su población, ya que se privilegiaba la llegada de hombres solos; como ahora sucede con las empresas salmoneras: nunca hubo una política de construcción de viviendas para el personal: se repite lo mismo, con el beneplácito de las autoridades que se alegran con ver puestos de trabajo y no radicación de familias.

En aquellos años iniciales de la generación de riqueza ganadera, para poder transformar en los meses de mayor venida de los flujos de trabajadores en un adecuado “dormitorio”, se abrían las pensiones obreras; hacinamiento, pobreza y muchas bajas pasiones. Este ambiente de promiscuidad social recrudeció en los años treinta y cuarenta del siglo pasado, cuando los barcos de cabotaje, traían en sus bodegas litros, chuicas y barriles de bebidas alcohólicas con destino a los muelles natalinos. No fueron pocas las veces que los sindicatos locales se rebelaron contra esta arbitrariedad, pues, no se le daba lugar a los alimentos que requería la población.

Ley Seca

Cualquier estadístico de la época debió haber quedado infartado al constatar los litros de “alcohol absoluto” en el mercado natalino. No sólo del norte del país llegaban las llamadas bebidas espirituosas, licores de alto contenido alcohólico; también el contrabando de licores como gancia, ginebra y otras pócimas alcohólicas, siendo el más popular, el Anís Ocho Hermanos, traídos de territorio argentino.

No es extraño que en varias crónicas periodísticas de la época, se pida establecer en Puerto Natales la Ley Seca, cuestión que se materializó pero con resultados poco alentadores. En este ambiente descrito aumentaba el comercio sexual en la ciudad. Los prostíbulos se entronizaron en calles como O’Higgins y Arturo Prat. Uno de los cronistas de la época hace descripciones valiosas en el tiempo, respecto al ambiente de juerga que se vivía en los lenocinios de aquel entonces. Se habían erigido como únicos lugares de encuentro social. Legitimados por la sociedad de la época.

Transcribimos el testimonio de Santiago Pérez Fanjul, reportero de diarios y revistas de Magallanes, de los años treinta y cuarenta del siglo pasado. Nuestro reconocimiento al escritor natalino Nelson Alvarez Vera, quien el año 2017 recuperó los escritos de Pérez Fanjul en una Antología que recomendamos leer. Santiago, el cronista, gustaba asistir a las casas de diversión de la época, supo transmitir el ambiente que ahí se vivía. 

Leemos.

“Llegó una noche de marzo, precedida de un día de pago en los frigoríficos. El cabaret de la Elvira ardía de entusiasmo. En el cielo chirriaban las ‘Petromax’ inundando de luz la amplia sala de baile. Los parroquianos, obreros en su mayor parte de los frigoríficos, se apretujaban desordenadamente en los estrechos contornos del mesón demandando licor a grandes voces. ¡Esa noche corría plata!. Una música de acordeón y guitarras en cuyos compases se entrometía el son afeminado de un violín malamente manejado, y, las mujeres, escasamente cubiertas con vestidos de sedas encendidos, colmaban a los hombres de eróticas avideces que, a modo de trato preliminar, se traducían en glotones pellizcos seguidos de frases enunciadas con cruda obscenidad”.

Enfermos del alma

Proseguimos nuestra transcripción del ambiente que reinaba en aquellos años del Natales de juergas y pecaminoso. Nos ayuda en esta tarea Santiago Pérez Fanjul, escritor y reportero, cuyas memorias fueron publicadas. Hoy nos posibilitan a entender mejor el Puerto Natales de los hombres solos. Hay un cuento en el libro de recopilación de sus muchas crónicas y artículos, se titula “¡Pobre mujer!

Un párrafo para la reflexión.

“La puerta de esa casa se abría y cerraba con su ritmo ritual. Gentes de todas las castas entraban y salían de ella. Hombres de edad avanzada, carentes del calor de un hogar tal vez. Jóvenes novicios con la curiosidad en sus ojos saltones; obreros ávidos de emborracharse para olvidar las fatigas del día y muchos, pero muchos enfermos del alma, ansiosos de olvidar… ¡Quién sabe qué!”

El cuento ¡Pobre mujer! Se desarrolla en un burdel de la época. Es cuando Pérez Fanjul, se despliega en diálogos moralizadores. Ello, porque desde esa casa de tolerancia del siglo pasado, el escritor, transmite una conversación de un viejo asistente a esos lugares pecaminosos, Francisco Mella con Juanito Cabello, el hijo del farmacéutico del pueblo. No se le había visto por aquellos pecaminosos lugares a Juanito. Por eso al acercarse al grupo donde estaba Mella, le preguntan sobre sus pretensiones, a lo cual responde el confundido parroquiano… “Bah, a divertirme, a gozar de la vida, a adquirir experiencia y a hastiarme de todo esto para después hacerme un hombre de bien”.

Predicando a un muchacho iluso

El señor Mella que lo escuchaba compasivo elevó su vista al cielo raso del cabaret -relata Pérez Fanjul- y dijo muy despacito, como si hablara con el Todopoderoso: ¡Pobre muchacho iluso! El inesperado profesor se lleva hacia un rincón a Juanito y comienza a ensayar, una clase de moral genial, excepcional de leer, teniendo en cuenta en donde se desarrolla tan peculiar charla sobre el sentido de la vida.

El diálogo sostenido entre Juanito y su inesperado terapeuta no lo transcribimos textual pues es cruelmente ofensivo respecto a la condición de las mujeres asiladas. Mella da muestras de una “tranca” evidente respecto al sexo opuesto. Evidencia una incapacidad afectiva, la cual, difícilmente tendrá sanación, en aquel ambiente pecaminoso de perfumes de rosas y alcohol.

Lo que hicieron esa noche el puritano Juanito Cabello y el “señor de la noche” Francisco Mella en un prostíbulo de los años cuarenta en Puerto Natales, aparece en el libro de crónicas de Santiago Pérez Fanjul (publicado en 2017) es sorprendente y aleccionador.

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