• 7 de mayo de 2024

AGUA CLARA

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Llegamos al Heathrow Airport luego de catorce horas de un agotador viaje producido por el destino Santiago-Sao Paulo-Londres. Nos recibe un día nublado con una persistente lluvia a 11° de temperatura ambiental. Nos dirigimos hacia las oficinas de inmigraciones para tramitar el ingreso al viejo mundo.

En el laberinto del aeropuerto, nos vamos encontrando con los pasajeros de otros destinos que han tenido la misma peregrina idea de visitar la patria de Shakespeare y Dickens. Sumamos miles al llegar al enorme salón de los servicios de extranjería nos encontramos con una multitud diversa; Individuos de todas las naciones estirpes y castas están presentes allí en esa variopinta escena universal.

Los helpers o orientadores, como les llamaríamos aquí, tienen aspecto hindú, se expresan en un inglés correcto muy de nuestras queridas escuelas básicas, así que entendemos correctamente todas sus instrucciones. Nos separan inmediatamente, los de la comunidad UK se van por un carril distinto, que es más ágil y veloz. Los brasilian, chileans y argentinians, somos enviados por otro sector. Allí nos encontramos con árabes, portugueses, libaneses, pakistaníes, todo tipo de asiáticos y nos armamos de paciencia, porque lo que se viene será una larga y penosa espera.

La fila avanza lentamente, a pesar de la enorme cantidad de cabinas y de la diligencia de los orientadores, que no dejan de intervenir en un incesante llamar e indicar a que casilla debes acudir. Después de casi tres horas de lenta marcha nos vamos acercando. El ambiente ya se torna enrarecido y preocupante, a la evidente carga del prolongado viaje, se suma esa lenta marcha hacia nuestro ingreso.

De pronto aparece un hombre de color, de baja estatura, pelo ensortijado, pantalón azul marino y correcta camisa blanca de mangas cortas. Pronuncia a viva voz unas palabras en un idioma que no comprendemos, pero que dada su serenidad y aplomo se comprende correctamente. Sobre los hombros lleva unas cajas con latas de agua que comienza a ofrecer a los presentes.

El impacto es inmediato muchos levantan su mano, para solicitar el preciado elemento, le ofrecen dinero, pero el se niega y con señales manifiesta que es un servicio gratuito. La gente solicita el agua, pero es para entregarla a los adultos mayores o a personas que están en silla de ruedas.

El hombre se retira con agilidad y vuelve con más cajas de agua, es recibido con sonrisas y palabras de agradecimiento en los más diversos idiomas. Ahora si nos animamos a solicitar una lata para nosotros. Pensamos en los riesgos inminentes a que estaban sometidos los pasajeros en esa larga espera. En la conciencia de la gente que respetó y privilegió en primer momento a quienes estaban en situación de mayor riesgo. Esa forma de actuar nos lleva a creer que la humanidad merece un mejor destino.

Lo digo porque hoy día sabemos que en franja de Gaza hay una crisis humanitaria, donde miles de seres humanos sufren el desastre de una criminal guerra que afecta principalmente a los más desvalidos de la población civil; niños, mujeres, ancianos. Sabemos que están sin luz eléctrica, que sus hogares han sido devastados por el bombardeo incesante, que el hambre atenaza a esos habitantes, que además tienen escasez de agua.

Pienso en Chile en la zona norte, donde la depredación de los terrenos ha causado estas nefastas consecuencias, en la ambición desmedida de grupo económicos que quieren convertir el vital elemento en moneda de cambio.

Recuerdo a mi madre en sus días finales, hablándonos hace muchos años de la crisis hídrica que se avecinaba y de lo difícil que serían los días futuros para una humanidad que hace equilibrios sobre la devastación.

Sólo deseamos que en la humanidad se multiplicaran los héroes sin capa, sean de cualquier color o de cualquier nación que hablen cualquier idioma, que puedan, al igual que este trabajador anónimo ofrecer un poco de agua clara para nosotros.

Queremos esa agua clara donde podamos contemplar nuestros rostros, en esa hermosa y solida transparencia que permita unir nuestros destinos de seres humanos.

Por: DIAZ-BUSTAMANTE

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