• 26 de abril de 2024

CiperChile. Santiago sí es Chile: ¿cómo es el avance de la pandemia de COVID19 en regiones?

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Mientras el gobierno y la prensa están pendientes de “la batalla de Santiago” el COVID-19 avanza y se vuelve grave en regiones, advierten los autores. Los estudios internacionales estiman que una positividad del 5% puede contrarrestar el avance de la enfermedad, pero O’Higgins tiene 62,4%, Antofagasta 46,1%, Valparaíso 36,5% y Coquimbo 35,2%. Contra la idea de que la personas se contagian porque desobedecen la cuarentena, esta columna muestra que tal como en Santiago, las personas siguen teniendo que ir a trabajar. El gobierno no entiende esta situación, escriben los autores, porque está desconectado de la población en general y particularmente de la realidad de las regiones.

Los cambios metodológicos en el conteo de contagios y muertes que realizó el Ministerio de Salud (MINSAL) -empujado por investigaciones periodísticas y académicas y por la crítica del mundo social-, dejaron al descubierto los graves errores cometidos por el gobierno. En el caso de las regiones, hoy vemos un aumento del total de fallecidos, una incidencia acumulada elevada en zonas de baja densidad poblacional y el aumento del índice de positividad. Estos indicadores evidencian también el abandono en el que han quedado las regiones en medio de esta pandemia.

El COVID-19 ha dejado a la vista las profundas desigualdades socio-estructurales que debe cargar día a día gran parte de la población chilena. El proceso de diseminación del SARS-CoV2 -que comenzó en las comunas más acomodadas de Santiago- se ha instalado en las regiones y comunas con mayor vulnerabilidad social.

La literatura especializada coincide en el impacto negativo que tienen las inequidades sociales frente a los procesos de salud y enfermedad. Un ejemplo de ello es el estudio realizado por Bilal y colaboradores, en el que se destaca las diferencias en esperanza de vida según variables socio-económicas, educativas y territoriales en algunas ciudades de Latinoamerica [1]. El COVID-19 no escapa a esta realidad: la tasa de mortalidad de algunos centros asistenciales públicos de la Región Metropolitana supera a sus homólogos privados, siendo para el Hospital Padre Hurtado de un 25% y para Clínica Las Condes de solo un 5% [2].

Por otra parte, las estrategias del Gobierno se han enfocado en establecer medidas de mitigación a través de la compra de ventiladores mecánicos y de la transformación de camas básicas/medias a críticas. Si bien esta estrategia ha permitido atender las consecuencias más graves del COVID-19 en la población, a juicio de Bacigalupe y colaboradores, ha generado también el actual desastre sanitario chileno, superando a España e Italia en cuanto a la evolución de la pandemia pues ha hecho creer que el virus no es tan peligroso si se cuenta con equipo médico y sin embargo “la mortalidad en el caso de tratamiento con respiradores es altísima, más aún cuando la mayor parte de las personas están hoy conectadas a un ventilador mecánico en “UCIs improvisadas” [3].

El acuerdo científico actual es que al virus hay que enfrentarlo antes, previniendo el contagio. Hoy resulta incomprensible que el Gobierno, a pesar de anunciar un supuesto cambio de estrategia sanitaria, no haya posicionado desde un comienzo de la pandemia a la Atención Primaria de Salud (APS) como el nivel del sistema más idóneo para la frenar la diseminación del virus y para el seguimiento efectivo de los casos, dada su extensa historia e inserción socio-comunitaria. La idoneidad de la APS se debe, entre otros aspectos, a su alta cobertura poblacional: cerca del 80% de los/as chilenos/as tiene acceso a los centros de salud primarios del país [4].

En la misma dirección, y a propósito de las poco efectivas medidas de prevención del COVID-19 observadas en Italia, las estrategias que priorizan la centralización de la atención en el paciente ya contagiado por sobre aquellas orientadas a intervenciones comunitarias preventivas, han recibido fuertes críticas por parte de los especialistas [5]. Es por lo anterior que una enfermedad de propagación colectiva no puede ser solo abordada desde una perspectiva clínica-individual.

De acuerdo a los datos entregados por el MINSAL (el 21 de junio), la región Metropolitana de Santiago concentra el 80,6% de los casos totales de COVID-19, mientras que el resto de las regiones el 19,4% (Tabla 1).

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